Los productos de la Naturaleza no son separables de una diversidad que les es
esencial. Pero pensar lo diverso como diverso es una tarea difícil en la que,según Lucrecio, todas las filosofías precedentes habían fracasado.1 En nuestro mundo, la diversidad natural aparece bajo tres aspectos que se entrelazan: la diversidad de las especies, la diversidad de los individuos que son miembros de una misma especie, la diversidad de las partes que componen un individuo. La especificidad, la individualidad y la heterogeneidad. No hay mundo que no se manifieste en la variedad de sus partes, de sus lugares de sus orillas y de las especies con que las puebla. No hay individuo que sea absolutamente idéntico a otro individuo; no hay ternero que no sea reconocible por su madre, no hay molusco ni grano de trigo que sean indiscernibles. No hay cuerpo que esté compuesto de partes homogéneas; no hay hierba ni curso de agua que no impliquen una diversidad de materia, una heterogeneidad de elementos, donde cada especie animal, a su vez, no pueda alimentarse sino con lo que le conviene. De ello se infiere la diversidad de los mundos, también según estos tres puntos de vista: los mundos son innumerables, a menudo de especies diferentes, a veces semejantes, siempre compuestos de elementos hetrogénos.
¿Con qué derecho se infiere esto? La Naturaleza ha de, ser pensada como el
principio de lo diverso y de su producción. Pero un principio de producción de lo diverso no tiene sentido salvo si no reúne sus propios elementos en un todo. No debe verse en esta exigencia un círculo, como si Epicuro y Lucrecio  quisieran decir solamente que el principio de lo diverso debe ser también diverso. La tesis epicúrea es completamente diferente: la Naturaleza como producción de lo diverso no puede ser más que una suma infinita, es decir, una suma que no totalice sus propios elementos. No hay combinación capaz de abrazar todos los elementos de la Naturaleza a la vez, no hay mundo único o universo total. Phisis no es una determinación de lo Uno, del Ser o del Todo. La Naturaleza no es colectiva sino distributiva; las leyes de la Naturaleza (foedera natural, por oposición a las pretendidas foedera fati) distribuyen partes que no se totalizan. La Naturaleza no es atributiva sino conjuntiva: se expresa en «y», no en un «es». Esto y
eso: alternancias y entrelazamientos, semejanzas y diferencias, atracciones y distracciones, matices y brusquedades. La Naturaleza es una capa de Arlequín totalmente hecha de llenos y de vacíos; de llenos y de vacío, de seres y de no ser, poniéndose cada uno de ellos como ilimitado al tiempo que limita al otro. Adición
de indivisibles unas veces semejantes y unas veces diferentes, la Naturaleza es evidentemente una suma, pero no un todo. Con Epicuro y Lucrecio comienzan los verdaderos actos de nobleza del pluralismo en filosofía. No hay contradicción entre el himno a la Naturaleza-Venus y el pluralismo esencial a esta filosofía de la
Naturaleza. La Naturaleza es precisamente la potencia, pero potencia en nombre de la cual las cosas existen una a una, sin posibilidad de asemejarse todas a la vez, ni de unificarse en una combinación que les fuese adecuada o las expresara íntegramente de una vez. Lo que Lucrecio reprocha a los predecesores de
Epicuro es haber creído en el Ser, en el Uno y en el Todo. Estos conceptos son las manías del espíritu, las formas especulativas de la creencia en el fatum, las formas teológicas de una falsa filosofía. (Gilles Deleuze)

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