El deseo revela fluidos, fuerzas, energías cuantificables, mensurables,
susceptibles de dejar huellas visibles por la observación,
el análisis y el recurso a una matemática conceptual. No es
necesaria una mitología, una Ontología para explicar el deseo,
sino un género de medicina, de física y hasta de mecánica. El
ojo del filósofo materialista busca lo visible, lo constatable, y rechaza
las fantasmagorías religiosas. El deseo define la resultante
de una complexión material, pues lo real se limita a los átomos
y a sus relaciones en el vacío. El deseo procede de la
necesidad de una dinámica fisiológica y de una inmanencia corporal.
Acabemos de una vez con los excipientes intelectuales.
Lo mismo sucede con el placer, que no nace con la restauración
de un orden antiguo, pasado, sino en la promoción de
un orden nuevo, presente. Michel onfray

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