Manifiesto contra-sexual Beatriz Preciado/fake orgasm Lazlo Pearlman





Del sexo como tecnología biopolítica

El sexo, como órgano y práctica, no es ni un lugar biológico preciso
ni una pulsión natural. El sexo es una tecnología de dominación
heterosocial que reduce el cuerpo a zonas erógenas en función
de una distribución asimétrica del poder entre los géneros
(femenino/masculino), haciendo coincidir ciertos afectos con determinados
órganos, ciertas sensaciones con determinadas reacciones
anatómicas.
La naturaleza humana es un efecto de tecnología social que reproduce
en los cuerpos, los espacios y los discursos la ecuación
naturaleza= heterosexualidad. El sistema heterosexual es un
aparato social de producción de feminidad y masculinidad que
opera por división y fragmentación del cuerpo: recorta órganos y
genera zonas de alta intensidad sensitiva y motriz (visual, táctil,
olfativa ... ) que después identifica como centros naturales y anatómicos de la diferencia sexual.
Los roles y las prácticas sexuales, que naturalmente se atribuyen
a los géneros masculino y femenino, son un conjunto arbitrario de
regulaciones inscritas en los cuerpos que aseguran la explotación
material de un sexo sobre el otro4• La diferencia sexual es una hetero-
partición del cuerpo en la que no es posible la simetria. El
proceso de creación de la diferencia sexual es una operación tecnológica
de reducción, que consiste en extraer determinadas partes
de la totalidad del cuerpo, y aislarlas para hacer de ellas
significantes sexuales. Los hombres y las mujeres son construcciones
metonímicas del sistema heterosexual de producción y de
reproducción que autoriza el sometimiento de· las mujeres como
fuerza de trabajo sexual y como medio de reproducción. Esta explotación
es estructural, y los beneficios sexuales, que los hombres
y las mujeres heterosexuales extraen de ella, obligan a reducir
la superficie erótica a los órganos sexuales reproductivos y
a privilegiar el pene como único centro mecánico de producción
del impulso sexual.
El sistema de sexo-género es un sistema de escritura. El cuerpo
es un texto socialmente construido, un archivo orgánico de la historia
de la humanidad como historia de la producción-reproducción
sexual, en la que ciertos códigos se naturalizan, otros quedan
elípticos y otros son sistemáticamente eliminados o tachados.
La (hetero)sexualidad, lejos de surgir espontáneamente de cada
cuerpo recién nacido, debe re-inscribirse o re-instituirse a través
de operaciones constantes de repeticion yde re-citación de los
                  
códigos
(masculino y femenino) socialmente investidos como naturales.
La contra-sexualidad tiene como tarea identificar los espacios
erróneos, los fallos de la estructura del texto (cuerpos intersexuales,
hermafroditas, locas, camioneras, maricones, bollos, histéricas,
salidas o frígidas, hermafrodykes ... ) y reforzar el poder de
las desviaciones y derivas respecto del sistema heterocentrado.
Cuando la contra-sexualidad habla del sistema sexo/género como
de un sistema de escritura o de los cuerpos como textos no propone,
con ello, intervenciones políticas abstractas que se reducirían
a variaciones de lenguaje. Los que desde su torre de marfil
literaria reclaman a voz en grito la utilización de la barra en los
pronombres personales (y/o), o predican la erradicación de las
marcas de género en los sustantivos y los adjetivos reducen la
textualidad y la escritura a sus residuos lingüísticos, olvidando
las tecnologías de inscripción que las hacen posibles.
La cuestión no reside en privilegiar una marca (femenina o neutra)
para llevar a cabo una discriminación positiva, tampoco en inventar
un nuevo pronombre que escapase de la dominación masculina
y designara una posición de enunciación inocente, un
origen nuevo y puro para la razón, un punto cero donde surgiese
una voz política inmaculada.
Lo que hay que sacudir son las tecnologías de la escritura del sexo
y del género, así como sus instituciones. No se trata de sustituir
unos términos por otros. No se trata tampoco de deshacerse de
las marcas de género o de las referencias a la heterosexualidad,
sino de modificar las posiciones de enunciación. Derrida ya lo había
previsto en su lectura de los enunciados perfornativos según
Austin6. Más tarde Judith Butler utilizará esta noción de perforrnatividad
para entender los actos de habla en los que las bollos,
maricas y transexuales retuercen el cuello del lenguaje hegemónico
apropiándose de su fuerza performativa. Butler llamará «performatividad
queen> a la fuerza política de la citación descontextualizada
de un insulto hornofóbico y de la inversión de las
posiciones de enunciación hegemónicas que este provoca. Así por
ejemplo, bollo pasa de ser un insulto pronunciado por los sujetos
heterosexuales para marcar a las lesbianas corno «abyectas>>, para
convertirse posteriormente en una autodenorninación contestataria
y productiva de un grupo de «cuerpos abyectos>> que por primera
vez tornan la palabra y reclaman su propia identidad.
La tecnología social heteronormativa (ese conjunto de instituciones
tanto lingüísticas corno médicas o domésticas que producen
constantemente cuerpos-hombre y cuerpos-mujer) puede caracterizarse
corno una máquina de producción ontológica que funciona
mediante la invocación performativa del sujeto corno cuerpo
sexuado. Las elaboraciones de la teoría queer llevadas a cabo
durante los noventa por Judith Butler o por Eve K. Sedwigck han
puesto de manifiesto que las expresiones, aparentemente descriptivas,
«es una niña>> o «es un niño>> , pronunciadas en el momento
del nacimiento (o incluso en el momento de la visualización
ecográfica del feto) no son sino invocaciones performativas -más
semejantes a expresiones contractuales pronunciadas en rituales
sociales tales corno el «sí, quiero>> del matrimonio, que a enunciados
descriptivos tales corno «este cuerpo tiene dos piemas, dos
brazos y un rabo>>. Estos performativos del género son trozos de
lenguaje cargados históricamente del poder de investir un cuerpo
corno masculino o corno femenino, así corno de sancionar los
cuerpos que amenazan la coherencia del sistema sexo/género
hasta el punto de someterlos a procesos quirúrgicos de «cosmética
sexual>> (disminución del tamaño del clítoris, aumento del ta-
maño del pene, fabricación de senos en silicona, re-feminización
hormonal del rostro, etc.).
La identidad sexual no es la expresión instintiva de la verdad prediscursiva
de la carne, sino un efecto de re-inscripción de las
prácticas de género en el cuerpo7. El problema del llamado feminismo
constructivista es haber hecho del cuerpo-sexo una materia
informe a la que el género vendría a dar forma y significado dependiendo
de la cultura o del momento histórico.
El género no es simplemente performativo (es decir, un efecto de las
prácticas culturales lingüístico-discursivas) corno habría querido
Judith Butler. El género es ante todo prostético, es decir, no se da
sino en la materialidad de los cuerpos. Es puramente construido y
al mismo tiempo enteramente orgánico. Escapa a las falsas dicotomías
metafísicas entre el cuerpo y el alma, la forma y la materia. El
género se parece al dildo. Porque los dos pasan de la imitación. Su
plasticidad carnal desestabiliza la distinción entre lo imitado y el
imitador, entre la verdad y la representación de la verdad, entre la
referencia y el referente, entre la naturaleza y el artificio, entre los
órganos sexuales y las prácticas del sexo. El género podría resultar
una tecnología sofisticada que fabrica cuerpos sexuales.
Es este mecanismo de producción sexo-prostético el que confiere
a los géneros femenino y masculino su carácter sexual-real-natural.
Pero, corno para toda máquina, el fallo es constitutivo de la
máquina heterosexual. Dado que lo que se invoca corno «real masculino>>
y «real femenino>> no existe, toda aproximación imperfecta
se debe renaturalizar en beneficio del sistema, y todo accidente
sistemático (homosexualidad, bisexualidad, transexualidad ... )
debe operar corno excepción perversa que confirma la regularidad
de la naturaleza.

                               Manifiesto contra-sexual
                                                       Beatriz Preciado







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