La danza como (posible) horizonte del pensar

¿La vida comenzaría con una explosión
y acabaría en un contrato? Absurdo.
René Char, Hojas de Hipnos
En el ejercicio del pensamiento, siempre estamos desnudos. Creando y trazando, en un fino trabajo, casi como un paciente alfarero, mapas, cartografías, mundos. Horizontes que nos permitan vislumbrar refugios polícromos, que nos incluyan y a la vez nos ofrezcan una protección del caos al que conduce este pensar, como trabajo sin fundamento último y cuyo destino, si es que pudiera fijarse al menos provisoriamente, sería la virtud del aprendizaje. Pulsión de aventurarse por caminos propios y no tanto, abiertos al suceso de las verdades de un presente en continua sucesión, cuya única y más bella repetición sería la de diferirse. Pliegue y despliegue; movimiento de un deseo desplazado al infinito. Algo impulsaría a una festiva barbarie: Lo dispar, construyendo en su acontecer pequeños parajes que atenten contra las seguridades de una duda indudable y de los nombres previsibles. Las significaciones conocidas estallan en mil pedazos. Profesión de óptico, quien piensa pule un lente y en el mismo acto crea una mácula que luego deberá pulir nuevamente, y en la eternidad de ese acto quizá encuentre la estela de un destino que es don gratuito. Alegría donde el cuerpo es espíritu y el espíritu se corporiza afectándose; devenir múltiple, más allá de los límites fijados por la telaraña de una razón moribunda e impotente para leer y ser digna de las verdades del tiempo
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Exasperación y éxtasis como único origen. El movimiento como característica y categoría que conduce a la actividad pensante, bajo el dominio de fuerzas que no residen ni descansan más que en el ejercicio de esta actividad, a una danza perpetua. Atenta y paciente escucha, rescatando de entre los jirones de un discurso agrietado ya no esa voz monolítica y totalitaria, que repite imperativos vacíos, aprisionando los posibles, sino una escritura nómade, no- narrativa ni mucho menos figurativa. Paradoja, arma cargada de futuro, forma de acoplar sentidos sin obturarlos ni reducirlos. Ni dominante ni dominado, ni sujeto ni objeto,pensamiento-libre que se cuela entre las astillas. Todo circula por el entre. Y sin embargo, las preguntas siguen allí, a la espera de aquel atropellado juego que lanzado al vacío nunca abolirá el azar.
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El que no tiene universos que lanzar sólo hará palabras. Desde la poesía  se tienden puentes para abismar la tarea del pensar. Abandonar la simetría y la adecuación, podridos alimentos inertes y propios a toda praxis hermenéutica, en favor de una afirmación potenciativa y vitalizante, que depare nuevas exploraciones y viajes inauditos hacia aquello que habla en nosotros. Perspectivas mutables, palabras que sangran y se hacen cuerpo(s), polifonías inconscientes como reaseguro de la inocencia propia de todo pensamiento. Siempre se tratará de asignar un espacio en el vértigo de los imponderables, sin centro fijo, a ese continuo y frágil fluir que es la vida, protegiéndola con paciente fidelidad de aquellos bloqueos que la pervierten, la envenenan y la descomponen.Acontecimentalizar, conjugar, multiplicar, siempre desde el cuerpo y sus afecciones. Ser-singular-plural sin temor a perderse en el desierto. Un cuerpo-en-danza que no carga con el pensamiento a cuestas, sino que lo invoca como un cálido compañero de ruta.
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Atreverse a caer con más de cien muertos en las alas, visión que nos entrega el poeta antes de cumplir con su destino trágico. Con un pie bailar, construir, inventar y destruir formas, dibujar otros planos en el espacio. Con el otro, administrar los desequilibrios para no despeñar. Política de las dosis, como única bandera, para habitar los sucesos y crear nuevos signos acordes a un tiempo fértil en tempestades. Lengua que balbucea es lengua que danza, y hace de esta danza su único idioma posible.
Franco Castignani.

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