Nada (ni siquiera Dios) desaparece ya por su final o por su muerte, sino por su proliferación, contaminación, saturación y transparencia, extenuación y exterminación, por una epidemia de simulación, transferencia ala existencia secundaria de la simulación. Ya no un modo fatal de desaparición, sino un modo fructual de dispersión. Ya nada se refleja realmente, ni en el espejo ni en el abismo (que solo es el desdoblamiento al infinito de conciencia). La lógica de la dispersión viral de las redes ya no es la del valor, ni, por tanto, de la equivalencia. Ya no hay revolución, sino una circunvolución, una involución dei valor. A la vez una compulsión centrípeta y una excentricidad de todos los sistemas, una metástasis interna, una autovirulencia febril que les lleva a estallar mas alia de sus propios limites, a trascender su propia lógica, no en la pura tautología sino en un incremento de potencia, en una potencialización fantástica donde interpretan su propia pérdida. Todas estas peripecias nos remiten al destino del valor. Tiempo atrás, en un oscuro proyecto de clasificación, yo hacia invocado una trilogía del valor. Una fase natural del valor de uso, una fase mercantil del valor de cambio, una fase estructural del valor-signo. Una ley natural, una ley mercantil, una lev estructural del valor. Esta claro que esas distinciones son formales, pero es un poco como en el caso de los físicos que cada mes inventan una nueva particula. La ultima no expulsa ala anterior: se suceden y se suman en una trayectoria hipotética. Así pues, añadiré ahora una nueva particular en la microfísica de los simulacros. Después de la fase natural, la fase mercantil, la fase estructural, ha llegado la fase fractal del valor. A la primera correspondía un referente natural, y el valor se desarrollaba en referencia a un uso natural del mundo. A la segunda correspondía un equivalente general, y el valor se desarrollaba en referencia a una lógica de la mercancía. A la tercera corresponde un código, y el valor se despliega alii en referencia a un conjunto de modelos. En la cuarta fase, la fase fractal, o también fase viral, o también fase irradiada del valor, ya no hay ninguna referencia, el valor irradia en todas las direcciones, en todos los intersticios, sin referencia a nada, por pura contigüidad. En esta fase fractal ya no existe equivalencia, ni natural ni general, ya no se puede hablar realmente de ley del valor, solo existe una especie de epidemia de valor, de metástasis general del valor, de proliferación y de dispersión aleatoria. Para ser exactos, ya no habría que hablar de valor, puesto que esta especie de desmultiplicación y de reacción en cadena imposibilita cualquier evaluación. Ocurre una vez mas como en la microfísica: es tan imposible calcular en término de bello o feo, de verdadero o falso, de bueno o malo, como calcular a la vez la velocidad y la posición de una particular. El bien ya no esta en la vertical del mal, ya nada se alinea en abscisas y en coordenadas. Cada particular sigue su propio movimiento, cada valor, fragmento de valor, brilla por un instante en el cielo de la simulación y Después desaparece en el vacío, trazando una linea quebrada que solo excepcionalmente coincide con la de las restantes particular. Es el esquema propio de lo fractal, y es el esquema de nuestra cultura. Cuando las cosas, los signos y las acciones están liberadas de su idea, de su concepto, de su idea, de su valor, de su referencia, de su origen y de su final, entran en una autorreproducción al infinito. Las cosas siguen funcionando cuando su idea lleva mucho tiempo desaparecida. Siguen funcionando con una indiferencia total hacia su propio contenido. Y la paradoja consiste en que funcionan mucho mejor, Así, la idea de progreso ha desaparecido, pero el progreso continúa. La idea de la riqueza que sustenta la producción ha desaparecido, pero la producción continua de la mejor de las maneras. Por el contrario, se acelera a medida que se vuelve indiferente a sus finalidades originarias. Podemos decir de la política que su idea ha desaparecido, pero el juego político continua con una indiferencia secreta respecto a su propia baza. Y de la televisión, que se desarrolla con ana indiferencia total hacia sus propias imágenes (pudría continuar así incluso 4 en la hipótesis de una desaparición del hombre). ¿Es posible que todo sistema, todo individuo contenga la pulsión secreta de liberarse de su propia idea, de su propia esencia, para poder proliferar en todos los sentidos, extrapolare en todas direcciones? Pero las consecuencias de esta disociación sólo pueden ser fatales. Una cosa que pierde su idea es como el hombre que ha perdido su sombra; cae en un delirio en el que se pierde. Aquí comienza el orden, o el desorden metastásico, de desmultiplicación por contigüidad, de proliferación cancerosa (que ni siquiera obedece al código genético del valor). Entonces se difumina en cierto modo en todos los ámbitos la aventura de la sexualidad, de los seres sexuados en beneficio de la fase anterior (?) de los seres inmortales y asexuados, reproduciendose como los protozoos, por simple división de lo mismo y declinación del código—. Los actuales seres tecnológicos, las maquinas, los clones, las prótesis, tienden en su totalidad hacia ese tipo de reproducción e inducen lentamente el mismo proceso en los seres llamados humanos y sexuados. Todos los intentos actuales, entre ellos la investigación biológica de vanguardia, tienden hacia la elaboración de esta sustitución genética, de reproducción secuencial lineal, de clonación, de partenogénesis, de pequeñas machines célibataires. En la época de la liberación sexual, la consigna fue el máximo de sexualidad con el mínimo de reproducción. Hoy, el sueño de una sociedad clónica sería mas bien el inverso: el máximo de reproducción con el menor sexo posible. Tiempo atrás, el cuerpo fue la metáfora del alma, después fue la metáfora del sexo, hoy ya no es la metáfora de nada, es el lugar de la metástasis, del encadenamiento maquinal de todos sus procesos, de una programación al infinito sin organización simbólica, sin objetivo trascendente en la pura promiscuidad por si misma que también es la de las redes y los circuitos integrados. La posibilidad de la metáfora se desvanece en todos los campos. Es un aspecto de la transexualidad general que se extiende tiende mucho mas alia del sexo, en todas las disciplinas en la medida en que pierden su carácter especifico y entran en un proceso de confusión y de contagio, en un proceso viral de indiferenciación que es el acontecimiento primero de todos nuestros nuevos acontecimientos. La economía convertida en transeconomía, la estética convertida en transestética y el sexo convertido en transexual convergen conjuntamente en un proceso transversal y universal en el que ningún discurso podría ser ya la metáfora del otro, puesto que, para que exista metáfora, es preciso que existan unos campos diferenciales y unos objetos distintos. Ahora bien, la contaminación de todas las disciplinas acaba con esta posibilidad. Metonimia total, viral por definición (o por indefinición). El tema viral no es una transposición dei campo biológico, pues todo esta afectado al mismo tiempo y en la misma medida por la virulencia, por la reacción en cadena la propagación aleatoria e insensata, la metástasis. Y es posible que nuestra melancolía proceda de ahí, pues la metáfora seguirá siendo hermosa, estética, se reía de la diferencia y de la ilusión de la diferencia. Hoy, la metonimia (la sustitución del conjunto y de los elementos simples, la conmutación general de los términos) se instala en la desilusión de la metáfora. Contaminación respectiva de todas las categorías, sustitución de una esfera por otra, confusión de los géneros. (baudrillard)

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