Adriana Zambrini


Seminario Deleuze

Esta cultura del conflicto construye ficciones reactivas, las que he dado en llamar personajes míticos, que intentan inhibir todo devenir, duración, y desde los caracteres de heroicidad y sacrificio responden por un lado a la inmovilidad que ciertos agenciamientos hegemónicos exigen, y por otro lado construyen un mito sobre si mismos que les otorga la ilusión de una eternidad inmóvil basada en mecanismos de identificación, que sostienen al dolor y la venganza como valores. Estos personajes sociales, culturales y religiosos se apoderan de la potencia del actor, impidiendo una distancia crítica necesaria para que éste pueda procesar subjetividad. Es necesario individualizar a los mismos así como a sus mecanismos de producción de identidades cristalizadas, para que el hombre pueda luchar contra ellos haciendo caer sus rostros y recuperar una piel de superficie.
Agenciar desde agenciamientos maquínicos colectivos que posibiliten una expresión menos formalizada para liberar el sentido a una multiplicidad de composiciones. Estas semióticas cobran un carácter potencializador al no quedar encerradas en constelaciones significantes, abriendo la producción de nuevas relacionalidades de signos: escribir, no inscribir. Devenir molecular de la escritura que al hacer estallar la forma significante recupera el movimiento del habla.
Favorecer nuevas constelaciones significantes, a condición de que estas no operen como generalidades universales, sino como heterogeneidades individuales.
Para Nietzsche la verdad de un pensamiento debe "interpretarse y valorarse según las fuerzas y el poder que las determinan a pensar, y a pensar esto en vez de aquello".
No es por identificación que las imágenes hacen valer su naturaleza, sino afirmando su valor en lo heterogéneo de lo parecido. Es lo imperceptible que traspasa lo evidente, deviniendo en sensaciones que traducen los sentimientos en afectaciones existenciales.
Es aquí donde operaría el lenguaje no discursivo del que habla Foucault, que sin desvalorizarlo, lo modifica al romper su entronización y atravesarlo con un poco de caos y de irracionalidad desbaratando lo encerrante de la causalidad binaria. De este modo se va construyendo un narrar, que aporta a la discursividad de los hechos los sonidos de ruptura de elementos a-significantes, se pierde la rigidez de los planos y se conectan en líneas de indiscernibilidad.
La particularidad de un yo se va construyendo sobre una estética y una ética que deja en evidencia un tipo de cuerpo, al que le corresponde una determinada capacidad de afectación.
Los personajes míticos, personajes del conflicto, intentan crear una ilusión de identidad cosificando el pensamiento y la acción, tanto desde sus potencialidades como desde sus efectuaciones: conceptos, ideas, percepciones, afectaciones.
De allí la propuesta de diagramar un movimiento que ponga en crisis las formas de expresión del conflicto, cambiando un por qué causal, por un para qué, de un mecanismo de captura que sostiene las escenas ficcionales de los personajes míticos, sociales y culturales.
Pienso que desde esta conceptualización sería importante trabajar sobre la esquicia entre actor y personaje mediante la producción de un nuevo régimen de signos. Procesar una subjetividad abierta a otros agenciamientos; experimentar en lugar de interpretar; leer e interceptar los mecanismos del conflicto para liberar al habla de significaciones fijas y preestablecidas, haciendo que el cuerpo de sensaciones amplíe su capacidad de afectación, ya que somos lo que pensamos, decimos y hacemos. 
  Adriana Zambrini (seminario Deleuze)

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